VASCULITIS
Este término engloba un grupo heterogéneo de procesos que se caracterizan por inflamación de los vasos sanguíneos. Se van a clasificar según la afectación de un determinado órgano (piel, riñón, sistema nervioso central), los hallazgos microscópicos que se encuentren (tipo de vaso que se afecte, tamaño de éste, características del infiltrado inflamatorio, localización…) y factores epidemiológicos (edad, sexo y raza).
Es fundamental diferenciar entre vasculitis exclusivamente cutánea o vasculitis con afectación de otros órganos. La vasculitis más frecuente es la que tiene manifestaciones cutáneas sin otro tipo de afectación sistémica («vasculitis leucocitoclástica»).
Las manifestaciones clínicas de las vasculitis en la piel muchas veces son similares independientemente del tipo de vasculitis que lo ocasione.
El principal signo clínico es la aparición de unas lesiones violáceas que no desaparecen a la vitropresión y que con frecuencia son palpables (púrpura palpable). Pueden aparecer otro tipo de lesiones como equimosis, úlceras, vesículas, nódulos subcutáneos, etc.
Suelen localizarse a nivel de extremidades inferiores (pies y tobillos), en general son bilaterales, simétricas y asintomáticas.
Se basa en la realización de una biopsia cutánea que confirmará el diagnóstico. Debemos descartar la potencial afectación extracutánea mediante un examen físico completo y un estudio analítico que incluya hemograma, bioquímica, orina elemental, ANA, crioglobulinas, virus hepatotropos, ANCAS y complemento.
Es fundamental tratar o retirar el agente desencadenante (fármacos e infecciones, principalmente). Como tratamiento sintomático se aconseja reposo y tratamiento con antiinflamatorios no esteroideos. Si las lesiones son intensas o la enfermedad sigue un curso crónico debe plantearse el uso de fármacos que frenen la evolución como sulfonas, colchicina o corticoides vía oral.